sábado, julio 11, 2009

La radioafición como último recurso en situaciones extremas puede salvar vidas

En el país, la radioafición aún es la última manera de comunicarse en situaciones extremas.
Madrugada. Lunes 29 de marzo de 1993.
Un deslave de proporciones descomunales de la montaña Nuzhuqui formó un dique de un kilómetro entre los ríos Cuenca y Jadán. Tierra, piedras y rocas de gran dimensión –consecuencia del desastre- destruyeron los hogares de alrededor de setenta familias, carreteras, sembríos y una central termoeléctrica (de 25 millones de dólares) en el sector de La Josefina.
El Ejército ecuatoriano evacuó poblaciones enteras, entre ellas Paute.
Las comunicaciones se interrumpieron, recuerda un periodista quiteño de larga trayectoria, que realizaba en esos momentos una cobertura: “No encontraba forma de poder trasmitir.
Pero lo pude hacer por los equipos de un radioaficionado que se comunicaba desde el domicilio del dueño de una gasolinera.
Logramos enlazarnos con una emisora de Cuenca, que a su vez retransmitió la señal a otra de Quito y luego con el Sistema Latinoamericano de Información, Solar”.“Servicio social, sobre todo en desastres” -piensa Gustavo Barreiros- debe ser el sentido de la radioafición en el Ecuador y en el mundo.
Este empresario ligado a las telecomunicaciones es parte del Quito Radio Club. - ¿Es posible la radioafición en el país, con tantos medios de comunicación?- Todavía. Quienes abandonaron la radioafición son los “radionecesitados”, porque ellos no tenían la intención de servir sino que querían un hobbie para contactarse.
La radioafición ocupa varios espacios: uno que es la experimentación.
Imagínese que en el Ecuador se inventó la antena cúbica, eso permitió mejorar las comunicaciones. Otro es crear una red en los cerros, en las montañas...
Una red que fundamentalmente presta ayuda a las entidades de socorro en emergencias.
Barreiros asegura que actualmente existen alrededor de mil aficionados en el país, quienes se comunican permanentemente.
Según los datos que registra la Superintendencia de Telecomunicaciones del Ecuador (Supertel), en el período 2004-2009, existen 1.269 concesionarios.
"… Nuestra organización, al enterarse del desastre, envió en menos de 24 horas a un equipo de radioaficionados..."
A pesar de ello, el historiador e investigador guayaquileño, ex secretario de la Unión Internacional de Radioaficionados, Región II (América), Eduardo Estrada Guzmán, comenta que el panorama no es tan alentador: “La radiodifusión es un sistema moribundo que necesita urgentemente apoyo estatal…
Desde hace dos años que yo no puedo comunicarme, porque aunque tengo la licencia no pude sacar un permiso…
Hace un tiempo me cansé de que ya nadie estableciera comunicación cuando prendía la radio”, afirma.
El historiador, en 1991, escribió el “Manual de Emergencia del Radioaficionado Ecuatoriano”, una obra técnica sobre las comunicaciones de emergencia.
“Fue para impedir el caos que antes se producía. Todos queríamos ayudar y terminábamos colapsando la red…”.
Asegura que su manual es usado en Nicaragua (en el Centro Regional de Información sobre Desastres), El Salvador y Costa Rica, “aunque irónicamente no en el país”.
El historiador, autor de varios libros, que se vinculó a la Defensa Civil, recuerda momentos casi románticos de la radioafición. “Nos contactábamos con rusos parcos, con hindúes, asiáticos. Y se mantenía una cierta amistad y hermandad”.
Un momento importante de la radioafición ecuatoriana fue el 19 de septiembre de 1985, cuando un terremoto sacudió especialmente al Distrito Federal de México. Para entonces –dice Estrada– “la actividad estaba más activa que nunca… Y Ecuador se lució.
Nuestra organización, al enterarse del desastre, envió en menos de 24 horas a un equipo de radioaficionados.
Ellos contactaron entidades de ayuda. Enlazaron a familiares con damnificados...
Fue la mejor forma de comunicarse cuando se destruyó el edificio de la central de telecomunicaciones.
Los mexicanos se quedaron mudos ante el mundo”. Gustavo Barreiros –desde su experiencia en Quito- cuenta con enlaces con otros radioaficionados del mundo, como el rey Juan Carlos de España o con Carlos Saúl Menem, ex presidente de Argentina.
Alguna vez el controversial mandatario, en una visita a Quito, acudió a su club y se contactó con la Antártida. Barreiros es un radioaficionado “a tiempo completo.
Tengo una radio en mi trabajo. En el laboratorio. En mi auto. En el velador de mi cama”.
A inicios de los noventa cuando dejó la presidencia del Quito Radio Club anticipó que “Internet sería la radiodifusión del futuro”. Concuerda con Estrada en que “todas las redes de comunicación pueden colapsar y en ese momento la radioafición se torna vital”.
Para los clubes de Quito, Guayaquil y otros importantes, como el Manabí Radio Club, con su presidenta Liliam de Ayala, las historias de intervención son innumerables.